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José Castañares » ""Los pintados""

Fecha: 2006-03-20
Equipo utilizado: canon 20d
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A correr que ahí vienen los pintados de San Nicolás de los Ranchos Ahí vienen esos cabrones, córrele que van a empezar a pintar a la gente”, a quince minutos de que den las dos de la tarde, se comienzan a escuchar los gritos de los primeros judíos que corren por las calles circundantes del zócalo de San Nicolás de los Ranchos, el penúltimo pueblo antes de llegar a las faldas del Popocateptl, también suenan las alertas de las personas que caminan por ahí. Los carnavales son escenario de creatividad y tradición en diferentes partes del mundo, en México, cada región cuenta con sus bailes, trajes e historias, así como en éste poblado que vive a los pies de Don Goyo. Los huehues y las máscaras son el festejo oficial, pero hay una expresión que ha llamado la atención de los visitantes, se trata de los pintados, también conocidos como los judíos, personas que bañan sus cuerpos de pies a cabeza con pintura. Los gritos de decenas de los eufóricos pintados- jóvenes en su mayoría- se escuchan por las calles aledañas del zócalo, donde se preparan los últimos detalles para la coronación de la reina y el baile de los enmascarados. En un inicio, recuerda Emiliano, quien lleva cinco años participando como judío, la fiesta se hacía desde cuatro domingos antes de la Semana Santa, ahora, los pintados salen dos domingos antes de dicha celebración religiosa y el mero día de la coronación de la reina, que en esta ocasión se celebró el martes 14 de marzo. A las dos de la tarde, los estudiantes que van de regreso a sus casas, se vuelven víctimas de las manos pintadas, y de un momento a otro ya son unos teñidos también. Aunque algunos no lo reciben con mucho gusto, esta subversiva tradición lleva más de 60 años de práctica. Los judíos El nombre de judíos, viene de su consonancia con la palabra jodido, pues, como explica el Secretario General del Ayuntamiento, Fulgencio Tirado Casquera, los trajes de huehue cuestan más de 8 mil pesos, así que para no quedar fuera de la fiesta de carnaval, personas comenzaron a improvisar sus disfraces pintando sus cuerpos con una pintura que mezcla aceite comestible con tintura en polvo. Ahora, también usan máscaras de luchador e improvisadas coronas hechas de cartón. Después que la policía corrió a los judíos que ya habían subido al quiosco para manchar a unas colegialas, el único refugio es el parque central de San Nicolás de los Ranchos, que lo acordonan para que la gente disfrute desde su interior, el paso de los danzantes enmascarados. Niños de 5 años así como jóvenes que pasan de los 20, corren y gritan arrastrando cadenas y lazos. La mayoría van de negro, se ven otros plateados, azules y rojos. “Dame pa’l baño, órale, aunque sea un peso o un chesco”, dicen al que ven foráneo. Luego, gustosos posan para las fotos. La otra fiesta En la parte oficial, existe una Comisión del Carnaval que se encarga de hacer los preparativos que incluyen la elección de la reina, que en este año fue otorgada a la señorita Belén Popoca Mena, la contratación de la banda y la organización de los huehues. Pasadas las tres de la tarde, el compás de los saxofones, trompetas y tarola de la banda del pueblo, custodia la marcha de la reina que pasea por las angostas calles aventando dulces y saludando a las personas que salen a ver desde sus ventanas y puertas. Del brazo de la elegida, camina Marcelino Atenco Alvarado, Presidente Municipal de San Nicolás de los Ranchos, que la acompaña hasta el escenario colocado entre las oficinas del Ayuntamiento y el parque. Los huehes bailan sin cesar al ritmo que la banda les marca, mientras tanto… los judíos rondan hasta donde la policía se los permite. En la parte cúspide de la fiesta, se hace una representación donde la reina elegida es robada por unos ladrones mientras el rey, descuidado, juega una partida de cartas. Entonces, tristes por el rapto, los huehues lloran hasta que atrapan a los bandidos, los cuelgan y los queman- en esta última parte, el papel de los ladrones lo hacen unos muñecos-. Fiesta para todos Al fondo, la música crece mientras el sofocante sol se va despidiendo de San Nicolás de los Ranchos, en tanto, judíos y huehues, niños y ancianos, bailan a brincos y gritan vítores a la reina y sus amigos. Desde el escenario, los músicos mandan saludos y animan a la gente “un aplauso porque estamos de carnaval”.

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